V. 24 mil soldados para cazar a Lucio
Este informe, que aún no incluye las “correcciones oficiales” que se le están haciendo, pone al descubierto lo que hasta ahora se desconocía o era apenas una referencia testimonial: para contener a Genaro Vázquez Rojas, Lucio Cabañas y un centenar de guerrilleros en la montaña de Guerrero, el ejército desplazó a 24 mil elementos y en la búsqueda de “subversivos” se cercaron, arrasaron y bombardearon comunidades completas; se impidió el tránsito humano, de alimentos y medicinas; se provocaron desplazamientos como los ocurridos en la guerra de Vietnam.
El 23 de abril de 1970, por ejemplo, el ejército mexicano habría atacado la comunidad de Piloncillos. De acuerdo con la denuncia ante el ministerio público, a las 9 de la mañana de ese día llegaron cien efectivos, entre ellos 15 vestidos de civil, y sin previo aviso entraron a varias casas sacando a sus moradores con lujo de fuerza y brutalidad, llevándose a media docena de señores a la cancha del poblado y ahí fueron masacrados. “Congregaron a cinco hombres que encontraron en la comunidad, los formaron frente a la escuela y, colocados frente a la pared, fueron acribillados frente la comunidad y luego rematados con el tiro de gracia”.
Luego de la emboscada de Lucio Cabañas a un convoy militar, donde se registraron diez muertos y 18 heridos en el ejército (25 de junio de 1972), un reporte de la DFS señala que la guerrilla había entrado de lleno a la lucha abierta, actuando como fuerza popular en contra del ejército y las fuerzas de seguridad. La respuesta inmediata sería la de sustituir los sargentos que controlaban los pueblos, por grupos de tenientes.
El 23 de agosto de ese mismo año, la guerrilla asestaba un segundo golpe al ejército en Arroyo Oscuro, ejerciendo así un control amplio sobre la zona. La respuesta fue movilizar cinco batallones de infantería (unos 5 mil efectivos) y diez mil policías para cazar a Lucio y seguidores que, según las cuentas de la misma Sedena, eran entre cien y 150.
En noviembre de 1972, la DFS reporta que el poblado de los Llanos de Santiago de la Unión había sido incendiado (unas 50 casas y la capilla) por soldados, obligando a la población a huir. La razón: ser sospechosos de abastecer a las fuerzas de Lucio Cabañas.
Otro bombardeo ocurriría a finales de junio de 1974 sobre el cerro de la Mojileca. Según contaron los habitantes de las comunidades Los Cajones, Corrales de Río Chiquito y de los ejidos Los Pitos, Los Pitales y Letrados, vieron cuando los aviones dejaron caer las bombas y escucharon muchas explosiones. Ese día muchas familias decidieron salir del pueblo. En el cerro El Encanto, los aviones llevaron a cabo otro raid y tiraron dos o tres bombas. Para entonces habían llegado patrullas militares y fue sobre ellas que cayeron los explosivos.
A la par de los bombardeos, una acción permanente fue el cerco contra las comunidades a las que se bloqueó el tránsito, paso de alimentos y medicinas. Operaciones que en países como Guatemala se conocieron como “quitarle al agua a los peces”, que no era otra cosa que el estrangulamiento de la población, base de apoyo de la guerrilla.

En el caso de Guerrero, de acuerdo con el mismo informe, esto formaba parte del Plan de Operaciones establecido por el ejército con el conocimiento del presidente Luis Echeverría.
En La Orden de Operaciones Número Seis se aprueba “impedir el paso de víveres que puedan ser destinados al enemigo”. Se recoge un testimonio de la comunidad Corrales de Río: “Los soldados saquearon todo, se metieron a las casas, quemaron la ropa, quebraron los muebles, se llevaron los sarapes, desaparecieron el café, no dejaron nada del maíz y del frijol. Después no dejaban regresar a trabajar las huertas, por lo que se perdieron las cosechas”.
En una de las varias conclusiones que arroja el documento, se afirma que a partir de 1973 el ejército había emprendido una “política de genocidio de manera sistemática. Es el año que mayores desapariciones se producen en la historia de nuestro país y el estado de Guerrero aporta el mayor número”.
Otro de los objetivos de los retenes militares fue identificar a los afines a la guerrilla. Para eso, el ejército utilizó las llamadas “madrinas”, “gente que le habían quebrado su voluntad y estaba dispuesta a señalar a los partidarios de la guerrilla, o que los obligaban a hacerlo bajo amenazas”. El uso de “guías” o “madrinas” fue del total conocimiento del secretario de la Defensa Nacional como consta en los radiogramas.
Al final, este informe que pretendía ser la entrega última de la fiscalía al presidente de la república y a la sociedad, se volvió un documento incómodo para el mismo fiscal, entre otras cosas por las afirmaciones que ahí se hacen, como la siguiente, sobre lo que ha significado la Guerra Sucia para el poder político en México:
“Desgraciadamente, el Estado Mexicano ha recurrido periódicamente a esta práctica con el objeto de aniquilar al disidente y su poder de convocatoria en la sociedad. Esta práctica se ha asociado con otras dos que le sirven al mismo propósito: criminalizar la víctima y asegurar la impunidad del agresor. De esta manera, además de que la población es la víctima de la agresión, resulta responsabilizada de los hechos y perseguida. La impunidad que se asegura en todos estos casos, es la de los altos funcionarios del Estado que son los artífices de estos crímenes. Cuando los operarios no logran escapar de la investigación ministerial, se les suele asegurar trato preferencial, castigos cortos y beneficios de reducción de la pena”.
Han pasado más de 30 años de que la llamada guerra sucia dejara marcado, para siempre su nombre en miles de historias familiares. Han pasado más de 30 de que los hombres del poder, entonces casi invencibles, determinaran el viaje sin retorno de cientos de mexicanos. Hace unos días se cumplieron 30 años de la última vez que vieron con vida a Aurora de la Paz Navarro antes de ser detenida por Humberto Quiroz Hermosillo, y recluida en el Campo Militar Número 1.
Hasta ahí la vieron con su vientre abultado llevando su hijo en las entrañas. De ahí saldría la última versión, por ahí de febrero de 1976, de que la vieron viva, de que el hijo había nacido en cautiverio, y la historia se corta de tajo. Ella nunca regresaría y el hijo, tampoco.
La existencia resumida en números. Son desaparecidos. ¶
Publicado en el No. 04 de Emeequis (27 de febrero de 2006)
hola yo soy estudiante de la niversidad uacm e leido un poko sobre lo sucedido en guerrero y esta informacion me ayuda a completar lo ke ya habia leido antes gracias.
Verguenza te debería de dar escribir así y decir el nombre de tu «universidad»
Acabo de leer «guerra en el paraiso» por montemayor y me dejo bien impresionado, por la historia y su merito literario. y bien triste reconocer otra vez que tanto sacrificio no llega a ninguna parte.
Hace años que valoramos y admiramos su labor.
Hace años, reprodujimos este artículo, extrayéndolo de la Revista Eme Equis, cuyo enlace ya no funciona. Ha sido una gran alegría descubrir su blog actual, que hemos puesto en Actualizados del Google Reader en nuestro blog.
Muchísimas gracias por su integridad.
DIOS TENGA EN LOS CIELOS A LUCIO Y A GENARO HOMBRES BALIENTES DE CORAZO Y AMIS PAISANOS QUE LUCHARON HASTA LA MUERTE SE LES RECUERDA CON TODO EL CORAZON.
que delito es luchar por la justicia y que grave afrenta representa para el estado esa lucha, que distancia tan grande hay entre los hombres que luchan y los que asesinan a esos hombres valientes. Los soldados, comandantes, generales.. que clase de hombres son, que matan lo mas hermoso que produce la naturaleza y la sociedad ..hombres justos.
Yo Juan Garcia Garcia naci el 08 12 de 1972 y eraun niño con mucho sueño porque mori de un culataso de mawser enla caveza en mi vida pasada, cuando fui Genaro Vazquez