Son 59 líneas, recluidas durante 35 años. Es el testimonio del escritor José Revueltas cuando cayó preso, el 18 de noviembre de 1968, y que ahora es exhumado del Archivo General de la Nación, ubicado en la ex cárcel de Lecumberri. 

A mediados de noviembre los gélidos muros de la antigua cárcel de Lecumberri anuncian lo que será el intenso y crudo invierno. Seguramente hacía frío cuando el escritor José Revueltas, aquel 18 de noviembre de 1968, dejó andar la tinta azul sobre una hoja doblada por la mitad:

“…Escribir ya en sí mismo es una forma de libertad, que aun sin papel ni pluma nadie nos podrá arrebatar de la cabeza a menos que nos aloje dentro de ella una buena bala con la que termine todo… Escribo estas notas como quien arroja un mensaje al mar dentro de una botella… ¿A manos de quién llegarán si llegan a manos de alguien?”

No lo sabría jamás. Es posible, incluso, que al paso de los días de prisión que terminaron convirtiéndose en años, el escritor José Revueltas olvidara que ese 18 de noviembre había doblado un par de hojas tamaño carta y escrito en ellas 59 líneas. Acaso imaginó que esas letras de la cárcel irían a la basura del director del penal o, sencillamente, quedarían perdidas para nadie.

Aunque el destino, pues qué otra herramienta tiene el ser humano para explicar lo inexplicable, llevaría por rutas inimaginables esas cuatro partes de un texto hasta ahora inédito. Han pasado 35 años desde que José Revueltas escribiera esas 59 líneas y de que formulara una pregunta, “¿a manos de quién llegarán (estas líneas) si llegan a manos de alguien?”

Hasta hoy tiene respuesta.

EN LA MIRA DE LA DIRECCION FEDERAL DE SEGURIDAD

El Archivo General de la Nación, antes cárcel de Lecumberri, es una hoguera de historias, un espacio donde hay cartas de sus múltiples moradores que nunca llegaron a sus remitentes o bien de misivas que los padres enviaron sus hijos, cuando éstos estaban ya, seguramente, metidos en la oscuridad de las balas.

Así empieza este texto perdido, más bien extraviado, habitante permanente en una de las crujías.

“Noviembre 18–1968. Escribo estos apuntes en la ignorancia completa de cuál podrá ser su destino ulterior. Desde mi aprehensión el sábado 16, cerca de las 12 hs. se me ha dado un trato respetuoso y atento, del que en realidad no puedo quejarme. Se me ha dejado leer los periódicos y gracias a ello me entero de la muerte de VLT (Vicente Lombardo Toledano, dirigente del Partido Popular Socialista)”.

Al escribir esto, Revueltas no imaginaba que con ese día comenzaría un encierro que se prolongaría tres años y medio. El mismo día de su detención, Fernando Gutiérrez Barrios, titular de la Dirección Federal de Seguridad, envió una ficha a Luis Echeverría Álvarez, en ese entonces secretario de Gobernación, donde le explicaba las causas de la aprehensión:

“Revueltas se ha signifi cado por una actividad francamente subversiva desde el principio del confl icto estudiantil, a través de la citada ‘Coalición de Profesores’ y del Consejo Nacional de Huelga por medio de los estudiantes Roberto Escudero Castellanos y Rufino Perdomo, miembros del citado Consejo y que pertenecen a la llamada línea dura, los cuales se han opuesto a la reanudación de clases”.

Gutiérrez Barrios agrega otros datos que perseguía la DFS al detener a Revueltas:

“Esta dirección trata de precisar de qué panfletos subversivos es autor, entre los que se han distribuido durante el movimiento estudiantil”.

Al final, el rosario de delitos que se le imputaron fue largo. Sobraban las causas que habían justifi cado su detención: Invitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, daño en propiedad ajena, ataques a las vías generales de comunicación, robo, despojo, acopio de armas, homicidio y lesiones.

Otro reporte de la DFS, el más duro aparato de seguridad mexicano y al que actualmente se adjudica la desaparición de decenas de miembros de la guerrilla en los años setenta, dice de la detención de Revueltas:

“En un lugar especial”, agentes de la Dirección habían interrogado durante el sábado en la noche y el domingo por la mañana a José Revueltas… confiesa sus actividades subversivas y su participación directa para agravar el conflicto estudiantil. Se le presentaron los manifiestos titulados ¿Ahora qué hacer? y El Próximo Paso, que recientemente aparecieron suscritos por el Comité de Lucha Estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras. Los firmó aceptando haberlos redactado. “Continuará su declaración durante la tarde y la noche de hoy”.

Apenas un mes antes, en octubre, había ocurrido la matanza de Tlatelolco. Estaba fresca la memoria y la furia del Estado contra quienes, a su juicio, eran los autores intelectuales de todo el movimiento estudiantil. En noviembre de 1968 dos prisiones se llenaban de estudiantes e intelectuales,los enemigos del poder: una era la cárcel del Campo Militar Número 1 y la otra fue Lecumberri, donde llegó Revueltas y donde dejó el texto.

Luego de convivir con cientos de expedientes confi denciales no clasifi cados de las viejas ofi cinas de la Secretaría de Gobernación, ahora depositados en el Archivo General de la Nación, uno puede imaginar cuál fue la ruta que siguió este texto:

Tras recorrer las oficinas del secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, del presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, o del todo poderoso hombre de la temida Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez Barrios, las letras de Revueltas pasaron por las manos de algún funcionario o un burócrata, y el destino las traería de regreso encerradas esta vez en una caja de cartón, a Lecumberri, donde nació en 1968.

Una respuesta a “Texto inédito de José Revueltas “Escribir es una forma de libertad””

  1. Escribo estas notas, como quien arroja un mensaje al mar dentro de una botella…

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