En los últimos años de su vida, Carlos A. Madrazo se convirtió en candidato ideal para ser espiado. Fragmentos de la vida pública y privada del dirigente y gobernador de Tabasco terminaron en los archivos de los aparatos de inteligencia que operaban bajo las órdenes del secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez.
En el Archivo General de la Nación (AGN) están desperdigadas las evidencias de ese marcaje: intercepción de cartas, la infiltración que hicieron en el primer círculo de sus colaboradores; de sus reuniones privadas, de sus conversaciones.
Estas son apenas unas muestras.
Escribe Carlos A. Madrazo en julio de 1966:
“Yo sé que algunos desearían que formáramos un nuevo partido. A mí me parece que este camino no es práctico porque usted sabe que el gobierno es quien otorga el reconocimiento y seguramente no va a darlo. Después del Partido Oficial en México, se tolera a los partidos de oposición que se comprometen a no oponerse a nada.
“Es evidente que no actuar de esta manera es permitir la derrota de los elementos revolucionarios, ya que las fuerzas que les son hostiles día con día realizan una victoriosa labor de penetración, se apoderan de los puestos de mando, crean confusionismos (sic) y van formando mentalidades que se enorgullecen de servir a esos intereses y que hablan de la Revolución sin ser revolucionarios”.
En otra misiva es más directo.
Le escribe a quien identifica con el nombre Cruz Sánchez. “Me uno a la justificada indignación de ustedes por el atropello que se ha cometido en contra de la agrupación Francisco I. Madero el cual me participa usted en su mensaje. Cuando un régimen recurre a estos procedimientos como es el caso de Sánchez Celis, quiere decir que su desesperación no tiene límites y tarde o temprano responderá adecuadamente a estos latrocinios”.
Se refería a Leopoldo Sánchez Celis, gobernador de Sinaloa. Los aparatos de inteligencia interceptarían otra carta dirigida a Celis, en la que le relatan los excesos de poder de Madrazo cuando fue gobernador.
En una carta que recibió en agosto del 66, hay elementos que perfilan la tesis de que la creación de un partido iba más allá de meras especulaciones. El escrito era del ingeniero Narciso Méndez Focil, del Comité Renovador de la Mexicanidad, con sede en Chicago.
“…Dices buscar conductos seguros para hacerme llegar tus puntos de vista sobre asuntos políticos. Te mando esta dirección que tiene nuestro comité, y que también lo es del Frente Internacional y Latinoamericano Pro Derechos Humanos… Bien, como considero que lo que por ahora se trata es CONFIDENCIAL (así aparece en el original), el mes entrante estará en esa ciudad Gilberto López Granados, quien lleva mi representación… él te visitará y puedes entregar de mano tus puntos de vista.
“Por otro lado, saque en limpio esos puntos de vista y los enviamos a la Prensa Nacional, formes o no nuestro futuro partido Político, deseamos que nuestro pensamiento lo conozca el pueblo, si alguien se digna publicar algo”.
Pero en ese momento lo que llamó la atención de los agentes, fue la posdata (que subrayaron): “Carlos, acabando me habló el Dr. Silvetti, me dijo que estaba muy apenado porque Yacker sólo pudo conseguir a la fecha un socio con 20 mil dólares… Miss Fox también trabaja para ti sin intervención de Silvetti, te indiqué que espera respuesta de su cuartel”.
Además de las decenas de cartas interceptadas, quedarían también las fichas que minuciosamente elaboró la Dirección Federal de Seguridad y que están en los acervos de la DFS y DIPS en el AGN.
Vaya, eso suena tan sencillo si lo piensas.