Antes de dormirse escribió en su cuaderno de notas: La verdadera clave de nuestra vida es la memoria. Mientras la vida diaria no es sino una sucesión de relámpagos, la memoria transcurre hacia atrás, como cuando retrasamos las páginas de una novela y regresamos al principio, a ese pueblo en donde el jinete decidió emprender el viaje. Si la vida se nos convierte en un texto cuya lectura transcurre hacia atrás, nos encontraremos a nosotros mismos. Y sólo así –huyendo del presente– llegaremos a entenderlo.

En uno de sus lúcidos ensayos, José María Pérez Gay cuenta que eso habría escrito alguna vez Walter Benjamin:

Si la verdadera clave de la vida es la memoria, como pensaba W. Benjamin, ¿cuáles son las rutas por las que pasan y se guardan los recuerdos, que son la materia de dónde se alimenta ésta?


Uno de esos recursos, para W. Benjamin, fue la mirada. A través de la contemplación del Ángelus Novus, de Paul Klee, haría una de las tesis más profundas y conmovedoras de la historia. Veremos eso más adelante.

Para fines de la historia más reciente, la mirada no sólo forma parte de la memoria: Es la memoria misma. La historia o gran parte de la historia de la humanidad no sería sin una de las extensiones de la mirada: la fotografía.

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