Roberto Madrazo aparece a cuadro, en primer plano, y dice a los millones de mexicanos que observan su propaganda política: “Mi padre murió por sus ideales”.
Así, en pocos segundos, el aspirante a la candidatura presidencial del PRI coloca en la mente de los espectadores la certeza de que Carlos A. Madrazo, entonces dirigente nacional del PRI, fue asesinado por intentar democratizar al entonces poderosísimo partido oficial.
Lo cierto es que, hasta el momento, no hay nada que permita probar, de manera contundente, que Carlos A. Madrazo haya sido asesinado por sus ideales o acciones políticas, pero tampoco lo contrario.
En realidad, Roberto Madrazo echa mano, en su propaganda política, de las extrañas circunstancias en que murió su padre para deslizar la idea de un crimen de Estado. Un avionazo en torno al cual hay hechos que hasta el momento ninguna autoridad se ha preocupado por aclarar y sobre los cuales hubo reportes que constan en documentos de la Dirección Federal de Seguridad que permanecen en el Archivo General de la Nación.
Se trata de documentos inéditos que hoy aparecen en larevista y en los que la policía política de la época da cuenta de cómo habría ocurrido su muerte.
Carlos A. Madrazo Becerra murió la mañana del 4 de junio de 1969, luego de que el avión en que viajaba se estrellara en el cerro del Frayle, a unos kilómetros de Monterrey. Las causas precisas del suceso nunca se aclararon y el caso terminó en el olvido.
La averiguación, así como los reportes dirigidos por el capitán Fernando Gutiérrez Barrios al entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, dan cuenta de múltiples dudas.
Abren tantas interrogantes como sospechas. El expediente describe contradicciones graves sobre los errores humanos y técnicos. Una investigación que terminó convertida en un laberinto de especulaciones y omisiones: una caja negra que nunca apareció, las grabadoras de la torre de control nunca funcionaron, la salida de un vuelo que nunca debió autorizarse, reportes técnicos sin firma ni investigados a fondo. Un cúmulo de desaciertos que a nadie le preocupó indagar.
Si eso fue parte de un crimen de Estado o un accidente, es algo que falta por aclarar. Lea usted.
—Aquí vuelo 704, estamos descendiendo, favor de darnos tráficos y condiciones, cambio.
—No tengo tráfico reportado en el área, últimas condiciones de tiempo: Techo medido 500 pies cerrado, una y media milla visibilidad, llovizna ligera y niebla, cambio.
—“Enterado, pendiente… cambio”.
07:57
—Torre de control, el Faro de Ciénegas (faro de radioayuda) ¿está operando?, cambio.
—No, por falta de corriente, cambio.
—704 enterado, pensamos hacer un descenso utilizando el marcador de Ciénega de Flores, pero tenemos una interferencia del radiofaro sin identifi cación, pendiente, cambio…
07:58
—Monterrey a la vista, estoy descendiendo.
Estas fueron las últimas palabras que el encargado de la torre de control del aeropuerto de Monterrey registró en su memoria la mañana del 4 de junio de 1969, de parte del piloto del vuelo 704 (un Boeing 727 XA-SEL).
08:00
La torre de control del aeropuerto de Monterrey intentó contacto con el vuelo. Ya nadie respondió, el avión había desaparecido.
En realidad, la aeronave se había estrellado en el cerro Tres Picos de la Serranía del Frayle.
El impacto fue de tal magnitud, que los cuerpos de pasajeros y tripulación quedaron dispersos en un radio de dos kilómetros; entre esos cuerpos, el de Carlos A. Madrazo Becerra, a quien solamente se le pudo identificar por el nombre que llevaba grabado en el forro de su traje.
A partir de entonces, las versiones sobre las causas del accidente se confunden, se contradicen, se vuelven un laberinto sin salida.






Replica a luis f. nieto Cancelar la respuesta